Thomas Sankara cambió el nombre del Alto Volta. La antigua colonia francesa pasó a llamarse Burkina Faso, tierra de hombres honestos.
Tras el largo dominio colonial, los hombres honestos heredaron el desierto: campos exhaustos, ríos secos, bosques devastados. Uno de cada dos nacidos no llegaba vivo a los tres meses.
Sankara encabezó el cambio. La energía comunitaria se puso al servicio de la multiplicación de los alimentos, la alfabetización, el renacimiento de los bosques nativos y la defensa del agua, escasa y sagrada.
La voz de Sankara multiplicó sus ecos desde el Africa hacia el mundo:
-Proponemos que se destine a la salvación de la vida en este planeta al menos el uno por ciento de las fabulosas sumas que se gastan estudiando la vida en otros planetas.
-El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos niegan fondos para buscar agua a cien metros, pero nos ofrecen excavar pozos de tres mil metros para buscar petóleo.
-Queremos crear un mundo nuevo. Nos negamos a elegir entre el infierno y el purgatorio.
-Denunciamos a los hombres cuyo egoísmo causa el infortunio del prójimo. Sigue impune en el mundo la destrucción de la biosfera, con esos ataques asesinos contra la tierra y el aire.
En 1987, la llamada comunidad internacional decidió deshacerse de este nuevo Lumumba.
Se encomendó la tarea a su mejor amigo, Blaise Campaoré.
El crimen le otogó el poder perpetuo.
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